Andamios de bambú: todo un arte en Hong Kong

andamios de bambu

¿Sabías que en algunos lugares de Asia todavía utilizan andamios de bambú? Se trata de los taap pang, unas estructuras formadas por cañas de este material y que forman parte de una técnica milenaria en el continente asiático.
Cuesta creer que, en ciudades como Hong Kong, caracterizada por sus numerosos rascacielos, aun siga empleándose un método así. Los taap pang son utilizados diariamente en la mayoría de sus construcciones, siguiendo una tradición que ya se ha convertido en todo un arte dentro del mundo del andamiaje.

El montaje es “sencillo”, consiste en entrelazar las cañas de bambú entre sí atándolas con cuerdas de plástico o con tiras extraídas del propio material. La instalación consta de entramados verticales y horizontales que se montan a medida que el operario escala sobre él. Una vez montado, su superficie se cubre con una malla verde, del mismo modo que se hace con los andamios actuales.

¿Por qué Hong Kong sigue utilizando una técnica como esta en sus exuberantes construcciones?

En países como China, el uso de este tipo de sistemas está regulado, siendo limitado a edificios de menos de 6 plantas y cumpliendo unas medidas concretas de instalación y componentes. En cambio, Hong Kong, uno de los núcleos urbanos más innovadores y con más rascacielos del planeta, se mantiene firme en su tradición:

  • Por su precio. Los andamios de bambú son alrededor de un 30% más baratos que los metálicos, pese a que cada vez cuesta más encontrar bambú de calidad para este tipo de tareas.

  • Por su versatilidad. La uniformidad que proporciona la estructura de estas cañas junto con su flexibilidad facilitan la tarea en lugares en los que el espacio escasea. Eso es algo muy común en esta ciudad, pudiendo encontrar edificios que llegan incluso a tocarse entre sí.

  • Por su inmediatez. A base de trepar, los obreros especializados son capaces de colocar hasta 20 000 metros cuadrados de cañas de bambú en un solo día.

Claro está que en cuestiones de seguridad pierden todos los puntos. La mayoría de las veces se trabaja sin ningún tipo de sujeción aparte de las propias manos, llegando a alcanzar alturas de entre 200 y 300 metros. 

Sin duda, se trata de todo un arte que, transmitido de generación en generación, sigue sobreviviendo a día de hoy.

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